Texto de Presentación del Cartel


     Granada, 04 de septiembre de 2010.
David Rodríguez Jiménez-Muriel


El milagro de la vida…
O darle vida a la nada
para que viva la idea
y sea fructífera y válida.

Porque el proyecto primero,
el que sigue y no se empaña
fue testimoniar que vive
el que a la muerte triunfara.

Y colocar los cimientos
de manera más exacta,
el empeño demudado
y la locura más sana
que hace ya un cuarto de siglo
a unos pocos le ocupara.

Era hacer una familia
y hasta tener una casa.
Era crecer todos juntos;
era llevar la palabra;
era aumentar sin tapujos
y era dar siempre la cara
y transmitir el concepto
y la fe que los abrasa
que a la muerte, es la vida
la que sigue y la que gana.

Hace ya un cuarto de siglo
tan fiel a esto, ¡que espanta!

Porque era llamarse hermano,
estar cuando hiciera falta,
aumentar las devociones
y la caridad llevarla
como testigo imparcial
que firma todas las actas.

Era como ser esteta
de una tradición legada
y salir en penitencia
con la gloria consumada.

¡Porque se hace penitencia
con la vestimenta blanca!

Hace ya un cuarto de siglo
cuando esto se fundara.


Y con el paso del tiempo,
deprisa, lento y sin pausa,
ni la crítica “ni el fuego”,
(que el fuego siempre brillara
en ese Cirio Pascual
que a muchos no les encaja)
ni la modestia primera,
ni la sapiencia barata,
ni las puertas embebidas,
ni Iglesias contemporáneas,
ni los hermanos extintos
escondidos “en sus páginas”,
ni tantos que lo intentaron,
y ni los que se esforzaran,
harán zozobrar la idea,
que la nave no naufraga,
que hace veinticinco años,
como ayer, hoy sigue intacta.

Se fueron tantos buscando
la vida que nos aguarda,
tantos como ahora mismo
por vuestra cabeza pasan;
ahora Guillermo está
con su túnica y medalla
en una silla del Cielo
viendo todo cuanto pasa.

Como se fueron, vinieron
y más vendrán. A Dios gracias.
Como Martín y Santiago
continuando una saga
que hace hoy un cuarto de siglo
en Vergeles se fundara.

Ya no era porque es
tan joven y veterana…
Una Hermandad de principios
en Ellos dos sustentada.

Vivirá porque está Vivo
el Cristo que la inspirara
y gobernará en sus calles
y conquistará sus plazas
y tomará a sus vecinos
en su velero de plata,
la del nombre granadino
de tradición centenaria;
el Triunfo de una Madre
que es por Niña una hermana.

¡Hoy hace un cuarto de siglo
que la Hermandad se fundara!

            *Dignísimo Señor Vicario y Director Espiritual, don Juan Martínez.
            *Señora Hermana Mayor y Cabildo de Oficiales de esta Venerable Hermandad.
            *Miembros de la Comisión Extraordinaria del XXV Aniversario Fundacional.
            *Hermanos todos:

“Que la medida del amor, sea amar sin medida” (San Agustín, Obispo, Padre y Doctor)

            Nos concita un cartel que vale por sí mismo cuantas oratorias puedan oírse, que tiene de simbólico y poético lo que su autor esboza con un sintetismo que apabulla. Que más si cabe lo hace su edad, insultante, fresca, promesa certera de su intachable trayectoria, incapaz de disimular que sus descarados 21 años tengan que ver con un humanista de las disciplinas cofrades, que con solvencia cincela encajes imposibles en los perfiles de María Santísima o que inmortaliza las Fiestas Grandes de Granada en lienzos colosales. Un humanista de lo cofrade trazando geometrismos con la flor, otorgando volúmenes al dibujo de sus diseños o haciendo del color, una carta de la metáfora, como en este lienzo que inspira a un Cartel llamado a predicar que por espacio de veinticinco años, lleva esta Hermandad con un compromiso inalterable al Evangelio, a los fines de nuestra Iglesia y a la estética.

            El lienzo se vertebra por la sencillez; todo en él lo es y presume su composición de centrarse en lo verdaderamente importante para esta Hermandad: sus Sagrados Titulares. Álvaro Abril Vela huye de la manida intencionalidad de las pinturas cofrades conmemorativas. En un gesto de contemporaneidad, los Titulares asumen la escena pero vestidos con la mayor fidelidad al clasicismo estético. Los gestos faciales dejan claro un exultante parecido que incluso ha querido el autor disimular. Y en esta obra, no hay apoyos técnicos, de proyección, ningún “falso constructivo” que tanto abunda hoy día.

            El Señor sale al encuentro de María. Pero es María también la que pregona su Divinidad. Se humilla ante su Hijo porque solo así los cofrades estamos en el derecho de ensalzarla. La anatómica presencia de Cristo evoca los elegantes “contrapostos” del Parmigianino y la profundidad de los planos es la que un día pintara en su “San Juan Bautista” Bronzino. Los colores tienen la llave de la alegoría. El oro es el sinónimo de la luz triunfal, victoriosa, que inunda porque emana de Cristo tras su Resurrección. Como un icono bizantino, el color se conjuga, construye fondos, anatemiza, seduce… Y de nuevo el color y su sentido en las vestimentas de Santa María del Triunfo: porque fiel a la tratadística pictórica, a los postulados de Pacheco, el jacinto y el azul cubren saya y manto de la Sin Mancha.

            Pero hartos de tanta vuelta al pasado, Abril Vela decide guiñarle a las nuevas maneras de la cartelería, y crea un marco, un trampantojo post moderno donde acoger los títulos, sentidos, significados y mensajes del Aniversario. ¿Cabría más en la tabla? La sencillez nunca es sinónimo de carestía simbólica y aquí está Álvaro para demostrarlo. Al tiempo, con estas palabras quedaría presentada la obra, que es al fin y al cabo el sentido de un acto así. Pero este orador nunca concibió posible que en unos minutos, se metiera, como a empellones, el sentimiento de cientos y cientos de cofrades, amasado con la lentitud diaria de veinticinco años de vida.

            Si sabrá el presentador contar amores y amoríos de fe de estos hermanos. Si tendrá el presentador anécdotas vividas, excusas para componer su texto, mil modos de dar gracias a cuantos hicieron de su casa mi casa. Si podrá el presentador llamar suya a la Hermandad sin por ello formar parte de la nómina de hermanos:

Ni noches que mi memoria
de traérmelas se encarga,
ni noches de mi niñez
al vaivén de una butaca,
ni las noches que se fueron
en tempestades colmadas,
ni las noches silenciosas
que es cuando mejor se habla.

Ni noches de mil bullicios
sorprendidos por mañanas,
ni las noches que se vencen
con unas luces tempranas,
ni noches llenas de libros
con exámenes al alba,
ni las noches de verano
al abrazo de la playa.

Ni noches cantando coplas
y acariciando palabras,
ni noches que eran tan cortas
que se quedaban ahogadas,
ni noches de mil ensayos
al dictado de una marcha,
ni las noches de mis llantos
testando en una almohada.

Ni noches donde las vísperas
en vela me las pasaba,
ni noches de Nochebuena...
ni noches de “noche mala”,
ni las noches a la vera
de las idílicas sábanas,
ni noches, que tendenciosas,
me quebrantaron el alma.

Ni las noches de la espera
libertinas y con alas,
ni noches de mi miseria
donde me vestí de paria,
ni la noche de un ascenso
ya inmortal por nuestras lágrimas,
ni noches que fui bebiendo
la cultura como el agua.

Ni aquellas noches felices
con cunas imaginadas
podrán hacerme sentir
lo que sentí en esta Casa.

¡Cuántas noches de tertulias
y amistades de las sabias!
Las noches soñando sueños,
las mentes desabrochadas,
firmando en los corazones:
“amigo, lo que haga falta”.

Noches donde hice hermanos
de los que no tienen trampa;
donde descubrí el sentido
de tan extinta palabra.

No ha habido noches tan puras
como las noches pasadas
en las bodegas amables
de esta santísima Casa,
que aquí descubrí el sentido
como en ningún sitio habrá,
el más fiel significado
de la palabra ¡Hermandad!

            Muchas son las cosas que distinguen y definen a esta Hermandad. La granadinísima, la conseguida advocación de la Virgen, legado, documento y folio de la historia del amor mariano de Granada. ¡Gracias Cecilio!... La plata, la blancura argéntea de sus enseres; su Cirio Pascual, el marco urbano, el Misterio primero de fe de su “Paso primero de Misterio”… Y esa nota andaluza y autonómica hecha acordes musicales:

Un pupitre verde y blanco
con una pluma “nevada”,
y la foto de un colegio
frente al pretil de unas aguas.

Los cauces de las fatigas
en tu frente sevillana,
marchenera, por justicia,
aunque supiera a Granada.

Sobre el pupitre una hoja.
Con las hojas, pentagramas,
claves que saben a siega,
y notas de Cantillana,
entre sudores labriegos
centralismo y cacicadas.

San Juan de los Florentinos
inspira el texto que plasma.
El texto huele a Tartessos,
culturas que a sus espaldas
funden cosas de un Imperio
con las ibéricas damas,
mientras poetas y médicos,
y filósofos y armas,
sueñan sueños nazaríes
que despiertan en Alhambra.

Sobre los cinco horizontes
que son como cinco pautas
para que así le den nombre
al papel sobre la tabla,
la mano empieza a escribir,
(esa mano octogenaria,
biógrafa y pregonera,
obrera y calasanciana)
sobre las notas eternas,
el himno que te faltaba.

Santa María del Triunfo
tiene su palio de plata
que los oros son selectos
y a los humildes se escapan.

Tiene el pelo de la endrina
de una estirpe milenaria
y la franqueza sencilla
 de su sencilla mirada.

Que mi Virgen del Triunfo
no sale con otra marcha
que aquella que nos advierte
que está en el Sur coronada.
Que es el Sur su único feudo,
y es del Sur Ella vasalla,
y sabe de explotaciones
porque es Madre del Sur. Basta
saber que del Sur le viene
la sencillez que la agranda.

Santa María del Triunfo
no sale con otra marcha
que la del Sur de los sures
sobre el “Carmen” de sus andas.

Por eso en ese pupitre
que el dios Hércules fundara,
un pupitre verde y blanco
de mil vetas escolapias,
está el inmortal Enrique
a cada verso y palabra,
poniendo letra a tu himno
conque guiñas a las jambas
de las puertas que atraviesas
el Domingo de la Pascua,
llamándote “Señorita
del mariano Sur de España”.
¡Óyelo Santa María,
qué poema te consagra!:

Concepción de los Vergeles,
Triunfo de la Inmaculada,
Niña del Zaidín Cofrade
y celeste sobre plata
al son de la Andalucía
hecha himno y hecha marcha

A la Virgen del Triunfo,
hoy el llanto se le escapa.
que el inmortal Padre Iniesta,
en la paz de Dios descansa.

            A cada Cuaresma que hice de palafrenero de Paco Estarli, componiendo un bosque de ceras donde se asome jovial María Santísima, cuatro años ya, aumentó mi sintonía en pos de los Sagrados Titulares. Aquí gané hermanos de los de veras, de los que hace ahora un año hicieron buena la definición de la amistad. Aquí me enfrasqué en los vericuetos de la cultura con Santiago Bueno y Salvador Fenoll. Me descubrí ante la planta señorial de esa gran dama de nuestra Semana Santa que es Margarita Martínez. José Escudero brindó su camaradería y la fineza y el humor me lo fue dando Francisco Cobos.

            Os confieso una anécdota… Son muchos los detalles y presentes que inmerecidamente me han ido otorgando hermandades de todo el Oriente andaluz. Sin menoscabo de los mismos, bien lo saben quienes han pisado mi casa, solo uno de ellos, desde hace ya siete años largos, luce expuesto. Además lo hace junto a mi Señora de la Cabeza. Fue el obsequio con que me ofrendó esta Hermandad cuando pronuncié su pregón. Dos nazarenos sostienen un marco estilo imperio con la Sagrada Efigie del Señor de la Resurrección. Uno, de túnica de cola negra, el de mi hermandad del Santo Crucifijo de San Agustín. Otro, blanco, inmaculadamente blanco, el de esta Venerable Hermandad. Como metáfora de mi misma vida, presentes, las hermandades a la que pertenezco y a la que sin serlo, de ella me considero porque siempre estoy en casa. Así me lo dice José Carlos Fenoll. Y en esos empeños prosigue Alfredo Hernández.

            Quizás sobren los mantos bordados y las candelerías de plata. Sobren las insignias diseñadas con el cuido de lo artesano y los oros que cubren los vericuetos de talla de un Paso. Sobran si hay Hermandad auténtica, y doy fe que en esta se dispensa cariño y afecto, hasta el punto de tomarla como tuya. Llegué a ella hace diez años y el bendito culpable de que nos atrincheráramos entre sus paredes, viernes a viernes, fue el que tengo por primero y por seguro sostén, porque la distancia no es el olvido, Juan Crescencio López Morillas.

            Se me escapan tantos que en prenda de nuestra amistad cortés y sentida, sé que sabrán perdonarme el olvido. Pero sí quiero que este no cunda y solicito, de manera vehemente, convencida, firme, para el más incombustible de cuantos hombres conozco, para el que ni la lacra maldita e innombrable puede con él, para el generoso y desprendido cofrade José Paniza, la medalla de oro de la Hermandad, porque de veras la merece.

            ¡Ay Vergeles, qué de bueno me has dado en estos diez años!

Te digo lo que te digo
por si un día se te olvidara
y perdieras tus esencias
tus vecinos y tus casas.

Te canto lo que te canto
sin ser súbdito ni nada
pero a mí no se me olvida
el día que me adoptaras,
y en el pecho de tus piedras
y con tus brazos de aguas
gracias al mundo cofrade
con tus mimos me acunaras.

Te cuento lo que te cuento
no sea que un día mudaras
tus especiales encantos
y tus modos y tus chanzas,
que eres ya tanto de mí
y yo tuyo, que nos basta,
veinticinco cortos años
para ir casando palabras
conque decirte Vergeles,
que eres marco y eres guarda,
y eres memoria aterida
de santísimas infancias
y eres como un universo
de patios y plantas bajas
y eres guarida celeste
como un campo de batalla
donde San Miguel Arcángel
a cada día nos gana.

Y eres como un nuevo lienzo
donde los pinceles trazan
la historia de los triunfos
de la condición cristiana
a cada día de Domingo
con cada año que pasa.

Por eso eres Vergeles
sin escudo, sin heráldica,
sin blasones ni banderas
que ninguna te hace falta,
como un enorme fielato
donde el amor se declara,
y conforma tu urbanismo
una especie de aduana
por donde nunca se oculta
ni jamás se camuflara
los amores imposibles
que un Arcángel custodiara.

¿Por dónde sino por ti
el Mismo Dios Vivo andara?
¿Por dónde, sino en tus calles
se meciera la “Sin Mancha”?

Te digo lo que te digo
para darte siempre gracias.
No hacen falta catedrales,
ni te hacen falta embajadas,
ni Gobiernos, ni senados,
ni henchidas cortes áulicas
porque tienes entre  muros
de hechuras contemporáneas
la excusa para llamarte,
Vergeles, la chica patria.

            Los cofrades somos instrumentos útiles como ningunos otros a Nuestra Iglesia. Nuestro testimonio conquista y cala con mayor facilidad. Nuestro lenguaje evangelizador seduce, moviliza, toma y se impone. Unos pocos se encargan que la tarea de siglos de estas asociaciones que creó e impulsó Pío V en el siglo XVI, estandartes inquebrantables de lo democrático cuando la sociedad no lo era, se vea empañada. No podemos permitir que muchos hagan de lo cofrade un movimiento estético ajeno a la Iglesia. Somos parte de ella y existimos y cobramos sentido dentro de ella. Se equivocará porque no es perfecta, pero en la balanza que la juzgue, habrá más argumentos siempre en el plato de lo bueno. Sin fe, mil encajes de Bruselas o decenas de cirios en un Altar efímero pasará por ser una competición de lo absurdo. Sin dudas, la creencia del carbonero. Sin Ellos, un Aniversario vacío…

Llevo Señor ya tres décadas
(para muchos casi nada
para mí toda una vida)
tras esa verdad intacta
que no sé si es verdad
o mentira de las malas.
Me creí a pie juntillas
que vivo en la vida estabas.

Creí con todas mis fuerzas
y mi mayor esperanza
que al engañar a la muerte,
y triunfar sobre las parcas
ibas a asir con tus manos
el timón que nos guiara,
capitaneando un mundo
que zozobra en su desgracia.

Creí Señor porque quise
hilando cada parábola
que tu mensaje era claro
y tus leyes eran llanas,
accesibles, comprensivas,
factibles y meridianas.

Pero en estos dos mil años,
las Escrituras Sagradas
duermen en la somnolencia
de las manos que acunaran
el balancín del olvido
de tu mensaje de calma.

Te estoy buscando Señor
(puede que con pistas falsas)
pero el Templo que en tres días
sobre otro Tú edificaras,
ya perdió su solidez,
su firmeza y su prestancia.

Hemos hecho de tu ejemplo,
de todas tus enseñanzas,
un conjunto de leyendas
pervertidas y violadas.

Te estoy buscando Señor
porque en verdad me haces alta.

Pero se empeñas este mundo
en devolverme aumentada,
la imagen del extravío,
la miseria codiciada:

¿Quién puso sobre tu mundo
las fronteras, las murallas,
aranceles del dinero
que disgregan y separan
y distinguen altaneros
las gracias de las desgracias?

¿Quién llamó a la independencia
bañera en la que se baña
con su sangre todo un pueblo
que en sus nucas se desangra?

¿Quién se inventó las banderas,
las hoces, martillos, águilas
y torció los mismos brazos
de tu cruz, la vera y santa
y bautizó con sus odios
a nuestras cruces gamadas?

¿Quién fue el obrero vendido
con chaqueta y con corbata
que gritó: -la libertad
siempre es buena y nunca mala…
y en los vientres de las niñas
esas vidas se coartan?

¿Quién bendijo los cañones?
¿Quién ganó tanto con armas?
¿Quién le disparó a su hermano?
¿Quién abandonó a África?
¿Quién condenó a su vecino
por amar a quien amara
y tachó su condición
si el corazón es quien manda?

¿Quién comerció con un cuerpo?
¿Quién luchó sin la palabra?
¿Quién tiró los desperdicios
con los que otros se sacian?
¿Quién se lavó la conciencia
con tres monedas escasas?

¿Y quién condenó el divorcio
mientras tanto comulgaba
un dictador asesino
con su pecho de medallas?

¿Quién supo decir primero
la maldecida palabra
“hambre”, mas sin embargo,
los dientes se cepillaba
mientras el hambre se esconde
felina, y se agazapa
a la vuelta de la esquina
de la puerta de mi casa.

Treinta años llevo Señor
dándole al Mundo la espalda
y el Mundo nos lleva dados
dos mil años de ignorancia.

Tú estás Vivo, no nos dejes,
ver al diablo cara a cara.
Ya no creo en los diarios
ni en esas hueras pantallas
donde el hombre solo vale
lo que su cartera valga.

Y a pesar de todo sé,
aunque las dudas me atrapan,
que estás Vivo, entre nosotros,
y tu amor es el que manda.

Aumenta ya nuestra fe;
que tu voluntad se haga;
déjate ver, por tus hechos
y vive en quienes te llaman.

Santificaré el Domingo
porque Vivo te encontrara
en tu Calle Primavera
¡Vivo y Triunfal en tus andas!

Que por otros veinticinco
años tus hermanos hagan
de tu vida y testimonio
la norma que no se acaba;
y no nos dejes perdidos.
¡Que brote nuestra esperanza!

¡Porque Dios, te necesita
esta ciudad de Granada!

            Espera el cartel como el mejor embajador de todo una año de trabajo, su labor anunciadora de una efemérides sustentada en la fe, en la cultura y en la ambiciosa idea de construir más Hermandad aún. Diez miembros llevan doce meses afanados en ello. A todos les da las gracias el presentador. Justo dentro de un año, estoy convencido que veremos compensado el esfuerzo. La Hermandad no está conmemorando su primer cuarto de siglo de vida… Está poniendo cimientos sólidos para sus próximos veinticinco años, cuando los niños herederos sean entonces los timones de esta familia cofrade, que como tal siempre se ha comportado. El Cartel ilustra lo dicho. Los exegetas de las oratorias cofrades llevarán minutos apuntando que por el tiempo empleado, esto es un pregón y no una presentación. Que me digan cómo se esboza, tan sólo se esboza, el sentimiento amasado en veinticinco años por cientos de fieles, de vecinos, de amigos.
            La exquisita, alegórica, sencilla y contundente tabla, con ese lema parido por Cecilio Cabello, tan evangélico, tan definitorio, espera el frío cristal de los escaparates de Granada. Será una proclama imposible de no ver. Vergeles, San Miguel y todos los católicos der esta ciudad, viven en el que está Vivo. Ellos dos, y nada más. Como haciendo suya la sentencia jesuítica: “…a Jesús por María”. Con esto hubiera bastado para presentar el Cartel. Para conmemorar la fe abrasante de todos vosotros, me faltan aún horas.

            Siempre en mi casa, y con los míos. Como en la Calle de San Antón, sino a veces mejor. Siempre hermano sin estar en nómina, siempre este “orador de lo nuestro”, devolviendo algo de lo mucho que le dieron entre estos muros…

Que no se apague ese cirio
ni deje de arder su llama
que es el mejor pregonero
de la Fiesta de la Pascua.

Que ni atreverse siquiera
a cuestionar su prestancia,
su presencia en el Cortejo,
 o su figura espigada
que es el mejor testimonio
de que la muerte, “no es nada”.

Que estaba entera vacía
y tenía como una falta,
la ciudad de los iberos,
la Elvira goda y cristiana,
la mimada de Isabel,
la que dio sentido a España,
la de la “nieve a los trigos”,
la de Angustias, ¡mi Granada!,
hasta que un cuarto de siglo
y por su Semana Santa,
moldeada por Peñuelas,
por Primavera tallada
y bruñida por Bruselas
y por Loreto dorada,
gracias a esta Hermandad
quedó completa y colmada.

¿Qué es la muerte sin la vida
sino una herida y más nada?

Y la legión costalera
se torsiona y agazapa
bajo ocho trabajaderas
de la gloria de sus andas.

Esa cuadrilla apuró
hasta la última lágrima
de ver a Dios en los suelos.
Pero prestaron su espalda,
que al Dios Vivo de Vergeles,
aunque ellos se arrastraran,
sobre un manto de claveles
y deslizando sus patas,
no iba a faltarle la heroica,
galante y fraterna hazaña
de atravesar angosturas
y vencer puertas tan bajas.

Quizás porque su grandeza
y su verdad iconográfica
es tan firme y decidida
que si no pasa, traspasa
y conmueve y condiciona
y nos conquista y nos gana.

¿Y la vida sin María?
¿La vida sin fe mariana?
¿Tiene sentido en Vergeles?
Yo contesto: ¡Para nada!

Porque es una “Niña” metida
a Señora, a Madre, a Santa,
a dadora, a intercesora,
a Asunta y a Inmaculada,
con un nombre todo historia
y todo un Dogma a sus plantas.

¿Y su palio? La medida
que se hizo con la traza
de los cinceles y agujas,
de las sedas, de la plata,
de la cera, la fineza,
de la flor y de la gracia
y las costaleras formas
cuando ya torna a su Casa.

En este cuarto de siglo
nos ha dado la jornada
última de los domingos
penitencia, gloria y gracia.

Da todo un carmen de albores
desde la cruz a la banda,
pasando por las mantillas,
por las túnicas, las capas,
las insignias, los metales
y el cordón de las medallas.

Da un mensaje triunfador,
una legión que se abaja,
la creencia que parimos
nosotros, los de Granada,
el sentido de la fe
de la creencia cristiana
y la verdad absoluta
que tras toda muerte aguarda,
promesa de Jesucristo
donde está nuestra esperanza.

En este cuarto de siglo,
a cada año, más cala,
la Hermandad que tanto da,
litúrgica y estudiada,
que está mi ciudad en ciernes
ante Vosotros, postrada,
Dios Vivo de Vergeles
y Triunfo Soberana.

¡He dicho!





  








Motril, a 28 de agosto de 2010
Festividad del Santo Padre Agustín de Hipona…
“Me fecit Muriel”